miércoles, 15 de septiembre de 2010


Muy pocas veces en su vida una hormiga puede tener el placer de sentirse especial, egoísta.
Siempre toca prestar servicio y lealtad a la reina de turno, aunque ni siquiera ella tenga muy claro quién es.
Esa sensación de angustia, de claustrofobia de las libertades las lleva a soñar muy lejos y muy alto. El ilusionismo se apodera siempre de los desilusionados, de los que creen que no tienen el poder ni el DERECHO A SOÑAR y los empuja a hacer cosas increíbles.
Puede que cuando abandones la colonia algún o alguna resentida de la vida acabe quemándote vivo.
Pero quien sabe soñar también alberga esa gran esperanza de que todo cambie, de que algún día sea mejor. De que la libertad de pensamiento, palabra o acción sea plena y absoluta. Sólo es cuestión de intentarlo, ¿no?

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